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Formas posibles del decoro contemporáneo

Ronna S. Harris (s/d) Vida después del hombre (s/f)

Es aventurado apuntar al futuro, siquiera el inmediato a un presente que nos es dificultoso comprender con plenitud.
Es posible que los sujetos contemporáneos edifiquen una nueva forma de dignidad y con ello, fundan las bases de un decoro renovado y alternativo al decoro burgués, ya declinante.
Frente a una ética-y-estética de la acumulación, el ahorro y la inversión perdurables, puede que impere una alternativa fundada en el consumo fluido y efímero, el comprarse la vida a crédito y formas evanescentes en donde la identidad, la referencia y la apropiación adoptarán formas nuevas.
Es de esperar, dados los cambios en la vida contemporánea, que el centro de gravedad de la vida no radique ya en la familia y su proyecto, sino en el individuo, comprometido con un proyecto de formación prolongado, una nupcialidad declinante y una procreación tardía y escasa.
Es muy probable que el equipamiento doméstico evolucione hacia la liviandad y la baratura, en configuraciones fácilmente sustituibles. Ante la tendencia a la minimización del espacio construido, contar con holguras será, con toda probabilidad una seña de privilegio social y económico. Es muy posible que se perfeccione el rendimiento energético y el control a distancia de los cada vez más abundantes instrumentos electromecánicos de control ambiental.
¿Valdrá la pena vivir una vida así? 


Esperas

Henri de Tolouse-Lautrec (1864- 1901) Salón de la Rue des Moulins (1894)

Cuando le roban el tiempo a un sujeto, entonces éste se resigna a esperar.
El aburrimiento es el precio que paga el expropiado. Se aburre el paciente esperando la consulta con su médico. Se aburre el ciudadano esperando la atención de los oficinistas. Se aburre la prostituta esperando su cliente.

La espera se está volviendo una condición crónica de nuestra vida cotidiana. A no ser que nos rebelemos contra el poder que nos roba nuestro tiempo.

De lo que están hechas las escaleras

Gerhard Richter (1932- ) Ema (1992)

Ho sceso, dandoti il braccio,
almeno un milione di scale
E ora che non ci sei è il vuoto
ad ogni gradino.

Del brazo tuyo he bajado por lo menos un millón de escaleras
y ahora que no estás cada escalón es un vacío.
Eugenio Montale

Una escalera es mucho más que un dispositivo o recurso material para subir y bajar.
Constituye un lugar muy especial en donde coexisten física y simbólicamente la sucesión de peldaños y los pasos de quienes las habitan.
  • Una escalera también es el resuello de quien sube, no sin esfuerzo.
  • Una escalera también es una mujer bella que baja una escalera para encantarnos para siempre.
  • Una escalera también son los rumores de quienes las suben furtivos.



Una escalera es, primero, una persona que transita una escalera.

Todos los arcos son arcos de triunfo

avid Roberts (1796- 1864) El arco triunfal que lleva a Petra (1839)

Marco Polo describe un puente, piedra por piedra.
--¿Pero cuál es la piedra que sostiene el puente? -- pregunta Kublai Kan.
--El puente no está sostenido por esta piedra o por aquélla -- responde Marco--, sino por la línea del arco que ellas forman.
Kublai permanece silencioso, reflexionando. Después añade:
--¿Por qué me hablas de las piedras? Es sólo el arco lo que me importa.
Polo responde:
--Sin piedras no hay arco.
Ítalo Calvino, 1978

Todo arco de piedra es una victoria tectónica sobre la gravedad. Por eso el arco es una solución airosa para un problema arduo. El secreto bien guardado en el interior de las dovelas es la línea de presiones que solidariza el esfuerzo del conjunto. Hay también una tensión física y simbólica, a la vez, que tiende a separar horizontalmente sus apoyos. De donde un arco es un sistema activo de tensiones que se denotan en la geometría efectivamente percibida.

De allí que trasponer un arco sea también un gran honor. Todos los arcos son arcos de triunfo. Por eso la arquitectura banalizada los omite con prudencia.

Plumas ajenas: Oliverio Girondo

NOCTURNO

Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos.
Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.
Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras,
y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones.
Y a veces las cruces de los postes telefónicos,
sobre las azoteas,
tienen algo de siniestro
y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos
que nos pasaran la mano por el lomo,
y en las que súbitamente se comprende
que no hay ternura comparable
a la de acariciar algo que duerme.


Transeúntes

Louis Stettner (1922- ) Comida (1952)

Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar.  
Marc Augé, 1992

El antropólogo ha delineado con precisión tanto una caracterización del lugar, así como la caracterización de lo que se define negativamente: el no-lugar.
Aquí pondremos atención a estos lugares habitados por sujetos siempre a título de transeúntes en donde la identidad, referencia y apropiación se vuelven inestables, frágiles o incluso mudables. Allí los lugares se rarifican en su condición. Esto quiere decir: no pueden considerarse, de modo riguroso, no-lugares, pero tampoco completan su condición plena de lugares.
¿Es posible que seamos testigos de una suerte de prolongada agonía o disolución de los lugares? Contaba cierto profesor universitario que en sus tiempos de estudiante y participando en una agitada manifestación callejera, un policía lo increpó diciéndole: ¡Disuélvase!

Quién sabe si no somos nosotros, los habitantes, que nos estamos disolviendo en meros transeúntes.

Repito: un posible método de diseño arquitectónico

Adolph Tidemand (1814- 1876) Los ancianos (1849)

Imagine.
Que dispone de una pantalla en donde Usted puede soñar la vida humana, en todos y cada uno de sus aspectos. La vida no quedará detenida en ningún momento o circunstancia particular, sino que palpitará a su ritmo.
Entonces y con gran delicadeza, Usted acomoda un sutil tegumento que permita conferir  a la vida ciertas alegrías elementales tales como la luz y el calor del sol, la frescura del aire que corre, las sombras que todo lo resguardan y cosas así.
Entonces y sólo entonces, Usted podrá acondicionar constructivamente esa tenue membrana, con lo que habrá alcanzado, si no la gloria del Prizker1, por lo menos la tranquilidad de conciencia de haber cumplido una noble misión.
No deje de imaginar, por favor.


1 Para los no arquitectos: el Prizker es un premio internacional de arquitectura equiparable al Nobel.

Existir sin habitar

Janez Šubic (1850- 1889) Carta (1878)

Habitar es el modo en que son los mortales en la tierra
Heidegger.

Con la aseveración citada, el pensador parece asimilar, punto por punto, el habitar a la existencia.
Sin embargo, hay que reparar en dónde es que habitar se asimila a la existencia: en la tierra. Aquí sospecho que debería formularse, con mayor cuidado, el siguiente enunciado:
Porque existen, los mortales habitan constituyendo lugares en la tierra, aunque también constituyen otras circunstancias de diferente naturaleza.
En esta oportunidad, voy a concentrarme en una forma de existir que no implica, necesariamente, habitar.
Cuando yo digo “aquí” (con lo que constituyo lo que se llama un speech act o acto de habla) refiero a una situación espacial (terrestre) propia de mi cuerpo en ese momento o tan próxima como para poder indicarla con un dedo. “Aquí” tiene una precisa indicación espacial y temporal compartida con mis interlocutores, en tanto cohabitamos un lugar.
Sin embargo, cuando yo escribo “aquí” ese término no denota mi lugar y circunstancias en la tierra —en el espacio—, sino que indica apenas un punto en mi discurso. Nadie podrá negar que existo en tanto soy capaz de originar este alegato, pero, en un futuro que apenas puedo imaginar, cuando usted, lector, lea estas líneas, “aquí” no designará ningún punto de la tierra que, por obvias razones, no podemos compartir. Aún en estas condiciones puedo incurrir en “aquí” con sentido comprensible y compartible.

En el discurso, existo, aunque no en la tierra, de modo estricto. En la tierra, espero habitar cuando usted me lea. Será una cuestión de salud.

¿Arquitectura o antropología? Por ahora, arquitectura

Magnus Enckell (1870–1925) Sala de lectura (1899)

El sabio no es el hombre que proporciona las respuestas verdaderas, es el que formula las preguntas verdaderas.
Claude Lévi-Strauss

Hace dos años, en este mismo sitio se lanzaba una botella al mar con un mensaje: Antropólogos, están desafiados.
Puede que los mentados estudiosos de la condición humana se lo tomen con mucha calma. Quizá haya alguno, agazapado en su gabinete, pronto para revelar orbi et urbi la epifanía de su saber. Puede que haya alguno que aúne la investigación bibliográfica con la observación del zoológico humano y que aguarde prudente el momento de aventurar sus primeras hipótesis. Lo cierto que por ahora, los antropólogos guardan un glacial silencio.

Así que, de momento, los que seguimos ensañados con el asunto del habitar somos algunos arquitectos. Sepan los científicos sociales que mucho agradeceremos las luces que puedan arrojar sobre la materia. Seguimos esperando e improvisando, a tientas.

Plumas ajenas: Fernando Pessoa

Começo a conhecer-me. Não existo.
Sou o intervalo entre o que desejo ser e os outros me fizeram,
ou metade desse intervalo, porque também há vida ...
Sou isso, enfim ...
Apague a luz, feche a porta e deixe de ter barulhos de chinelos no corredor.
Fique eu no quarto só com o grande sossego de mim mesmo.
É um universo barato.

Empiezo a conocerme. No existo.
Soy el intervalo entre lo que deseo ser y los demás me hicieron,
o la mitad de ese intervalo, porque además hay vida...
Soy esto, en fin...
Apaga la luz, cierra la puerta y deja de hacer ruido de
zapatillas en el pasillo.
Quede solo yo en el cuarto con el gran sosiego de mí mismo.
Es un universo barato.
Álvaro de Campos (Fernando Pessoa)


Hoy, 15 de noviembre, Día Mundial de la Filosofía

Honor al asombro, a la curiosidad y a la reflexión en cualquiera de sus aspectos.

Pasado en el presente

Louis Daguerre (1787–1851) Efecto de la nieve y la niebla en una columnata gótica (1826)

Una historia que no se interesa por la memoria como recuerdo, sino como economía general del pasado en el presente
(Pierre Nora, 1998)

Hay quien ha dicho que todos demandamos al historiador, de una forma u otra, una misma consigna: Cuéntanos cómo fue.
Sin embargo, de las palabras de Pierre Nora se desprende que podríamos inquirirlo en otros términos. ¿Cómo es que llegamos a esta situación presente? Con mucho, esta cuestión es mucho más desafiante y quizá más pertinente. Es más desafiante porque supone desmontar el presente en los procesos tal como se desarrollan hoy e investigar cómo se han originado en un pasado que proyecta sus luces y sombras en el tiempo que aún transcurre. Es, por otra parte, más pertinente porque necesitamos entender la concreta contextura histórica del momento que nos toca vivir para poder proyectar hacia el futuro con conciencia fundada.

Necesitamos una nueva historia.

Oficina

Hans Temple (1857- 1931) En la oficina (1919)

Volvió el noble trabajo
aleluya
qué peste
faltan para el domingo
como siete semanas.
Mario Benedetti, Poemas de la oficina, 1956

Una vez que el manejo de la información se volvió crítico tanto desde el punto de vista político, administrativo o comercial, se dio lugar a la más omnipresente forma de trabajo: la oficina.
Se trata siempre de una ocupación sedentaria, que exige concentrarse sobre una superficie de trabajo y que se aplica a gestionar flujos ingentes de información en donde el formalismo ritualista desplaza en importancia a la propia realidad referente. Para un oficinista, un hecho existe si y sólo sí existe un registro formal de tal y éste se vuelve sustancialmente prioritario aún frente a la constitución efectiva del propio hecho.
Así, una oficina se vuelve un modo de sentir y haberse con el mundo, más que un simple marco de trabajo. Así, espacio y tiempo son rellenados con flujos de tareas repetitivas que fácilmente se ven desprovistas de sentido para los sujetos. Así, las oficinas se vuelven paisajes paradójicos en donde el suelo, el horizonte y el cielo dejan de tener entidad efectiva para diluirse en ámbitos de ambientes artificialmente acondicionados en donde el tiempo discurre ajeno.

El cielo de veras que no es éste de ahora
el cielo de cuando me jubile
durará todo el día
todo el día caerá
como lluvia de sol sobre mi calva.
Mario Benedetti, íbidem.


Todo bastante mezquino, pero todo parece indicar que cada vez más personas tendrán unas oficinas como modo de trabajar, de sentir y de vivir.

De vuelta

Eastman Johnson (1824- 1906) En casa (1873)

Una casa es el lugar donde uno es esperado.
Antonio Gala

Casi a diario volvemos a nuestra casa y, por lo general, se trata de un pequeño momento gratificante.
Tal gratificación está, por cierto, menoscabada por la cotidianidad. Se repite tantas veces que sólo cuando nos distanciamos recuperamos algo de sus emociones genuinas.
Empezamos a volver cuando abandonamos el compromiso público: abandonamos nuestro trabajo, terminamos de hacer nuestras gestiones o compras, nos volvemos hacia el ámbito privado antes con la atención que con nuestros pasos. Empezamos, entonces, con un cierto cambio de ritmo, con unas ciertas reorientaciones, con las derivas de las sendas de la vuelta.
En el camino, la sucesión de regiones se vuelve cada vez más propia y frecuentada: comenzamos  por acceder al barrio, a las cercanías, a los escenarios que no por nada denominamos familiares. Umbral tras umbral, cruce tras cruce, vamos progresando en apropiación y referencia. Nos empezamos a sentir en casa mucho antes de estar ante su puerta.
Hay muchas maneras de caracterizar una casa. Pero definirla como el lugar donde uno es esperado es dar con una expresión singularmente ajustada. Es que una casa no es un simple recinto, no es una cosa apenas contorneada por sus muros divisorios, no es una puerta que se nos abre de buena gana, es una estructura de lugares habitados en donde se nos aguarda.

Y entonces una casa es la emoción propia de aquellos que son esperados.

Arquitecturas de delante-y-atrás

Anónimo El ambiente en uno de los patios del Maribor, Eslovenia (s/f)

La gloria de una lograda villa exenta en su parque es ofrecer todos sus costados por igual, pero los edificios burgueses suelen tener frente y espalda, delante-y-atrás.
Con esto, las fachadas hacia la calle muestran sus más señaladas virtudes, mientras que en los corazones de manzana se padece la proliferación de desastrados patios traseros, los descuidados reversos de los edificios citadinos. Es una indignidad de la arquitectura aparente: un falaz dispendio de decoro representativo en detrimento de la calidad efectiva de los espacios vivideros.

Tiene que haber una arquitectura igualmente digna y decorosa por todos sus lados. Tiene que desarrollarse un decoro integral e intrínseco de la totalidad del lugar habitado. Tiene que sernos posible, por nosotros, los habitantes.

Plumas ajenas: Idea Vilariño

Cuando compre un espejo para el baño...

Cuando compre un espejo para el baño
voy a verme la cara
voy a verme
pues qué otra manera hay decíme
qué otra manera de saber quién soy.
Cada vez que desprenda la cabeza
del fárrago de libros y de hojas
y que la lleve hueca atiborrada
y la deje en reposo allí un momento
la miraré a los ojos con un poco
de ansiedad de curiosidad de miedo
o sólo con cansancio con hastío
con la vieja amistad correspondiente
o atenta y seriamente mirarme
como esa extraña vez-mis once años-
y me diré mirá ahí estás
seguro
pensaré no me gusta o pensaré
que esa cara fue la única posible
y me diré esa soy yo ésa es idea
y le sonreiré dándome ánimos.


De la Selva o Bosque al Parque

Johann Sperl (1840–1914) Muchacha en el jardín (1885)

El que nos encontremos tan a gusto en plena naturaleza proviene de que ésta no tiene opinión sobre nosotros.
Nietzsche, 1878

Desde una perspectiva algo ingenua, un parque resulta de la reserva de Naturaleza que guarda, de modo conveniente, nuestro hábitat.
No obstante, es preciso observar que el proceso que va de la conformación plena de la selva o el bosque naturales a un parque habitado resulta de una articulación distintiva clara y nítida.
En efecto, una selva o bosque constituyen extensiones indeterminadas, por definición incultas, que a veces adquieren contenido sagrado y donde las emociones básicas son el miedo, la acechanza de amenazas reales y simbólicas y una suerte de ajenidad. Por su parte, un parque constituye una extensión definida signada por el cultivo más o menos regular y el arreglo estético más o menos claramente denotado. Un parque es territorio de los mortales que lo cuidan y disfrutan y en donde la emoción dominante es una calma especial, sosiego que proviene de la apropiación efectiva y simbólica de un vergel.

Es en los lindes del parque donde hemos señalado con precisión cómo confrontan naturaleza y cultura.

Unas reglas de juego bien iluminadas

Jean Béraud (1849–1935) La partida de billar (s/f)

No se necesitan muros o cubiertas para conferir forma a los lugares.
En esta escena, basta que en una región imperen unas ciertas reglas y que se configure un brillante cono de luz que sume a las zonas circundantes en las penumbras. Y ya está definido el lugar con sus habitantes, los jugadores. El juego propone afrontar un centro y a la espalda de los participantes queda el resto del mundo, que apenas murmura. El contorneado del lugar está definido con exactitud por las sagaces maniobras de los billaristas.


Un retiro fresco y a la sombra

Max Liebermann (1847- 1935) El banco de jardín (1916)

Un jardín significa siempre una añoranza a la que se ha dado forma, también un regreso sentimental a la edad dorada, a la vez que un escape hacia la utopía.  
Carl Friedrich Schrörer, 1992
Hay jardines que parecen sitios rescatados de un incomprensible olvido.
Un banco bien situado es un lugar en donde ya hemos reposado, si sólo pudiéramos recordar cuándo. Hay jardines a los cuales siempre regresamos.
Quizá porque un jardín conforme una vivencia profunda de tranquila felicidad que se oculta cuidadosamente hasta el momento en que, creyendo falazmente que visitamos por primera vez el lugar, en verdad sólo volvemos a aquel jardín de la memoria.

Se puede sospechar, por lo tanto, que todos los jardines son, en esencia, uno mismo y es aquel del que guardamos vacilante recuerdo.

Yuxtaposiciones

Louis Stettner (1922- ) Hôtel de Ville (2001)

Hablaban de un caballo. Yo creo que era un ángel.
Oliverio Girondo, “Aparición urbana”

Por más que la planificación consciente de la ciudad intente destinar una-cosa-para-cada-función, lo cierto es que en el escenario urbano se suceden yuxtaposiciones.
Se trata de encuentros de disimilitudes. De contactos de entidades que no llegan a tocarse, porque habitan mundos diferentes. De poemas surrealistas de la vida cotidiana. De colisiones de significados.

De eso se trata el habitar de la ciudad. Sólo que no aparece en los planes de los urbanistas. Quizá esto último sea una suerte.

Plumas ajenas: Conde de Lautréamont

Sepulturero, es hermoso contemplar las ruinas de las ciudades, pero es más hermoso todavía contemplar las ruinas de los hombres.


Lautréamont

Una mirada otra

Caspar David Friedrich (1774–1840) Monasterio en ruinas (1825)

El romanticismo no se halla ni en la elección de los temas ni en su verdad exacta, sino en el modo de sentir. Para mí, el romanticismo es la expresión más reciente y actual de la belleza. Y quien dice romanticismo dice arte moderno, es decir, intimidad, espiritualidad, color y tendencia al infinito, expresados por todos los medios de los que disponen las artes.
Baudelaire, 1846

Ante el espectáculo de una ruina arquitectónica, George Simmel ha observado la resolución de un conflicto entre la humana voluntad de conformación y la oposición activa de la naturaleza, resuelto este dilema en favor de ésta última. También es dable ver que la ruina revela el tiempo como dimensión de lo arquitectónico, por sobre la configuración espacial. Lo que parece también claro es que la escena romántica de unas ruinas es un relato de una lucha que interpela al sujeto contemplador, invitándolo al compromiso emocional de la melancolía.

El ideal romántico reside en transmitir la recreación de cierta belleza que aporta la confluencia del tiempo de lo pasado con el tiempo de lo percibido. La decadencia de la ruina como paso del tiempo configura un gusto hacia la degradación, lo desconocido y el misterio de lo deshabitado o no habitable.  
Rafael Gómez Alonso, 2016


Una mirada otra nos descubre nuestra necesaria participación emocional con una descubierta naturaleza vital, conflictiva y temporal de los lugares habitados por el hombre.