Bert Teunissen
(1959)
Toda
senda recorrida tiene sus oteros, sus lugares en donde es posible detener los
pasos y apreciar, en el horizonte, lo que está por venir. La casa es un
altozano de estos. Desde la casa, es posible entrever en el horizonte
circundante una cuota razonable de futuro, de advenimientos deseables, de
emergencias de lo nuevo. Es desde la casa que reemprendemos el camino, una vez
que hemos podido vislumbrar hacia dónde dirigir la marcha.
Estar
en casa, entonces, es ocupar una eminencia en el lugar en donde vivimos y es la
oportunidad para dominar a nuestro modo el horizonte que ante nosotros de
expande. El futuro suele desocultarse frente a la contemplación reposada desde
la casa.
Porque
es en el umbral de la casa en donde el horizonte comienza a despejarse para
mostrar lo que vendrá. Es en umbral de la casa el lugar estratégico y oportuno
para que emerja eso que estaremos esperando, con el apacible espíritu del que
cuenta con un lugar al efecto.