Los lugares que habitamos son antecedidos, en su aquí y ahora, por una construcción, ésta por algún género de proyecto y éste por una demanda más o menos explícita.
A su vez, al lugar le aguarda una más o menos prolongada experiencia en la frecuentación del uso, para sucederla las dos formas complementarias del recuerdo y el olvido y, más allá, el postrer abandono.
Habitamos en el tiempo moroso de la memoria atávica tanto como en el constante lanzarse hacia adelante, hacia el futuro probable que es lo que significa pro iectus.
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