Los vínculos entre la arquitectura y la política aparecen singularmente interesantes.
Por una parte, las arquitecturas y las ciudades son expresión —en forma y contenido— del ordenamiento político, tanto en lo que éste supone como concierto social, así como en sus manifiestas contradicciones y conflictos. Por otra parte, las arquitecturas son el resultado no sólo del imperio de la Política, sino además, resultados de políticas públicas específicas orientadas al desarrollo social y también resultado de orientaciones y directrices de los actores sociales ciudadanos.
Si se considera a las arquitecturas en su conjunto como manifestación cultural de una comunidad, entonces la propiedad de la arquitectura del hábitat es tanto una expresión como un resultado de la cultura política de ésta.
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