Para los hispanoparlantes —particularmente los
rioplatenses— el territorio efectivamente habitado, el paisaje dominado por la
identidad del sujeto que lo tiene como propio, configura un pago.
Se trata de una herencia del latín pagus, que denota al país
en su dimensión territorial y paisajística toda vez que se la entiende como el
marco necesario de una situación original de aquerenciamiento y habitación. No
se restringe a una porción abstracta de la superficie terrestre, ni a una porción
territorial perceptible desde un punto de vista episódico, sino que refiere a
la integración cabal de la experiencia vital de la habitación del espacio.
La experiencia originaria del habitar, desarrollada en el
tiempo en que se adquiere conciencia de sí mismo en la exploración del espacio
propio configura al pago como síntesis superior. Síntesis concreta, inalienable
y entrañable, porque no afecta exclusivamente un afuera del hombre, sino que se origina en el tránsito constante
entre el interior de la conciencia y la región extracorporal del hábitat.
El término pago es el recurso conceptual y lingüístico
que otorga a la habitación humana la dignidad del nombre propio.
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