Pueden
caracterizarse positivamente tres directivas principales para el contenido
ético de una profesión.
·
el servicio específico e
institucionalizado a la calidad de vida social;
·
la vocación propia del
profesional digno de esa investidura y
·
el compromiso con las metas de
la actividad social implicada en la profesión.
En el
caso de la arquitectura, existe un contenido ético profesional específico que
se centra en el habitar: forjarse cada profesional en pos de un servicio
social, con una vocación específica y un compromiso con la habitación humana.
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