La
forma es un lenguaje y ese lenguaje debe sernos inteligible; estamos ansiosos
de inteligibilidad y por tanto de expresión. Parte del desasosiego moderno se
debe a la ausencia de expresividad legitima; a que nos rodean cosas con un
hermetismo que es la negación de lo que supondría la fraternidad que damos por
supuesta y que naturalmente debería leerse en la obra del hombre y el espacio.
[...] Pero, además, lo que construyamos será siempre expresivo; cuando no nos
hable, por hermetismo o por descuido, éstos se expresarán por una ausencia que
no tiene la dignidad del silencio.
(Eladio Dieste, 1996).
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