La observación fenomenológica del habitar conduce de un modo consecuente la reflexión que parte del punto recóndito de la existencia efectiva en el espacio y en el tiempo hasta llegar a todos y cada uno de los pormenores de las articulaciones arquitectónicas del lugar habitado.
Se esboza entonces un camino de observación reflexiva sobre los valores en arquitectura que se originan en la apreciación de la carnadura específica de una sustancia propia y necesaria.
Se diría que puede erigirse metódicamente el edificio arquitectónico no ya con piedra, ladrillo, madera, vidrios y metales, sino con la vida humana misma, sorprendida in fraganti en su acontecimiento.
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