Una
de las formalizaciones elementales del habitar radica en la constitución de una
esfera.
Esta
esfera comienza por constituirse en el lugar peripersonal, el ámbito íntimo en
aquel que solo ingresan, de un modo especial, ciertas personas. Esta esfera se
ensancha hasta comprender el lugar social en donde es posible hablar, ser
escuchados y oír a nuestros allegados sociales. Pero las esferas que habitamos
efectivamente no dejan de proliferar: un edificio, un barrio, una ciudad, una
región, el costado del planeta que a uno le ha tocado y aún, un ahora que se
extiende a una circunstancia temporal, una época y un estadio civilizatorio
determinado.
Habitamos, en todos los
casos, un sistema concéntrico de esferas que tienen por centro un aquí tenido por propio por cada uno de
nosotros
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