En principio, cabe suponer que la asunción estética
corriente de la arquitectura es la configuración de una cierta contemplación de
un artefacto. Sin embargo, hay que hacer notar que esta perspectiva es falaz —o
ingenua— si se atiende a ciertas características. El modo cabal de interactuar
con la arquitectura es habitarla, con lo que se ponen en juego no sólo una
compleja estructura de percepciones, sino que también el habitante deviene en
algo más comprometido con su objeto que un mero espectador. Por otra parte, el
objeto arquitectónico no se reduce al artefacto material, sino que incluye,
para constituir una cabal experiencia de habitación, la colaboración activa del
sujeto habitante.
El objeto arquitectónico es, a la vista de su habitación, una estructura relacional
sujeto-objeto.
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