El camino para alcanzar aquí por lo menos un valor
aproximativo, me parece que discurre por el paisaje entendido como obra de arte
pictórica. Pues la comprensión de todo nuestro problema depende del motivo
siguiente: la obra de arte paisaje surge como la creciente prosecución y
purificación del proceso en el que crece el paisaje (en el sentido del uso
lingüístico habitual) para todos nosotros, a partir de la mera impresión de
cosas naturales aisladas. Precisamente esto, lo que el artista hace: delimitar
un trozo a partir de la caótica corriente e infinitud del mundo inmediatamente
dado, aprehenderlo y conformarlo como una unidad que encuentra su sentido en sí
misma y que ha cortado los hilos que lo unen con el mundo y que la ha anudado
de nuevo en el propio punto central, precisamente esto hacemos nosotros en
menor medida, menos fundamental, de forma fragmentaria y de contornos
inseguros, tan pronto como en lugar de una pradera y casa y un arroyo y el paso
de las nubes, contemplamos un “paisaje”.
(Simmel, 1913)
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