Un aspecto especialmente señalado del juego
arquitectónico radica en la traza de recintos,
esto es, la dilatación espacial de una superficie de articulación continua,
sólo interrumpida, al menos, por un umbral que debe traspasarse para acceder al
repliegue arquitectónico del espacio, a su interior. La continuidad duradera y
estable del orden de los cerramientos —cubiertas, muros, pisos— es fuente de
desvelos para el constructor, mientras que una particular tensión,
específicamente arquitectónica, se detiene en los umbrales, en las jambas y
dinteles de las puertas.
Son frecuentes las metáforas que encuentra a los muros
“ciegos”, “sordos” o, aún, “mudos”, mientras que las puertas “hablan” en las
alternancias de su apretura o clausura.
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