Definición
1. Actividad social de producción destinada a
concebir, proyectar, construir e implementar lugares, esto es, sitios
habitados.║ 2. El resultado material, intelectual y soñado de esta actividad
social de producción.║ 3. Propiedad que tienen las estructuras o los complejos
de índole finalista, en donde a un fin tenido como principal se supeditan otros
considerados secundarios.
Pertinencia
La teoría del habitar, tal como se la ha
desarrollado históricamente, deriva de la cuestión de la finalidad genérica y
específica de la labor arquitectónica. Sin embargo, no puede considerarse como
una simple derivación de la pura teoría de la arquitectura, dada su ineludible
vocación y contenido antropológicos. Por otra parte, el señalar a la habitación
humana como la finalidad de la arquitectura es una opción teleológica entre
otras, por lo que la teoría del habitar constituiría, en el mejor de los casos,
un núcleo epistemológico propio de una
concepción determinada de la arquitectura.
Comentario
La locución actividad
social de producción sustituye el vocablo arte, por ser la primera una caracterización relativamente más
precisa de la actividad arquitectónica. El término arte, en la actualidad, es portador de una ambigüedad conceptual
que hace al menos discutible que el término defina con precisión el sentido
teóricamente operativo del vocablo arquitectura.
La amplitud conceptual de la operación
arquitectónica no puede quedar restringida, como es usual, a proyectar y construir, sino que debe
incluir la concepción y la implementación
como aspectos no soslayables de la operación, una vez que se tiene en cuenta el
carácter social de la actividad.
El término lugar
sustituye al vocablo edificio, toda
vez que la actividad arquitectónica, en su sentido amplio y cabal, no puede
restringirse a la edificación como actividad exclusiva, sino que comprende todo
acondicionamiento formal y material del ambiente con el fin de habitarlo.
La segunda acepción es importante para que, una vez
caracterizada la actividad, se señale la naturaleza específica de los
resultados de tal actividad, que no se restringe a los artefactos materiales,
sino a todos los aspectos de la producción
La tercera acepción señala el carácter de propiedad específica que tienen las
estructuras de cualquier naturaleza, en donde se impone un orden jerárquico de
finalidades. En este sentido, puede hablarse con precisión de la arquitectura de una teoría filosófica,
en la medida que ésta señale una finalidad, en donde el fin o cometido
principal domina a los secundarios.
Ilustraciones
Antonello da Messina (1430- 1479) San Jerónimo en su
estudio (1475)
Curioso e intrigante cuadro: en un marco arquitectónico
regular se aloja un muy confortable edículo habitado por nuestro viejo amigo.
Esta pintura es clave para entender algo importante: todo edificio
despliega dos órdenes de significados. Uno, específicamente tectónico, y el
otro constituyendo la piel sensible de la arquitectura, allí donde lo
construido roza con levedad y justeza la implementación habitable. Como no
podría ser de otra manera, en el centro radica, precisamente, San Jerónimo.
Piero della Francesca (1420- 1492) La ciudad ideal (1470)
Aparece muy decorosa, limpia y unitariamente concebida.
Lástima que no tenga gente. En cada lugar hay un edificio concebido para cada
estilo de ocupación y poblamiento. Se debería denominar quizá ciudad disponible, antes que
ideal. Las ciudades reales se hacen, pese a quien pese, primero con los
pobladores y luego con todo lo demás.
Thomas Cole (1801- 1848) El sueño del
arquitecto (1840)
Un mundo diseñado y construido para Su mejor gloria como una
escena contemplable, antes que un humilde, pero vivido e imperfecto hábitat.
Nótese la actitud corporal del autor del estropicio, sobre el podio triunfal.
Sí, ese del podio es el Arquitecto.
Véase también
Lugar, Arquitectura del lugar, Teoría del habitar
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