A la pregunta
de inspiración gnóstica ¿Dónde estamos cuando estamos en el mundo? es posible darle una respuesta actual
competente. Estamos en un exterior que sustenta mundos interiores. Con la tesis
de la prioridad del exterior ante los ojos ya no hace falta proseguir con las
ingenuas indagaciones acerca del posicionamiento del hombre en el cosmos. Es
demasiado tarde para volvernos a soñar en un lugar bajo caparazones celestes,
en cuyo interior fueran permitidos sentimientos de orden hogareño. Para los
iniciados ha desaparecido el sentimiento de seguridad dentro del círculo máximo
y, con él, el viejo cosmos mismo, acogedor e inmunizante. Quien quisiera
todavía dirigir su vista afuera y hacia arriba se internaría en un ámbito
deshabitado y alejado de la tierra para el que no hay contornos relevantes.
También en lo más pequeño de la materia se han descubierto complejidades en las
que somos nosotros los excluidos, los alejados. Por eso tiene hoy más sentido
que nunca la indagación de nuestro “donde”, puesto que se dirige al lugar que
los hombres crean para tener un sitio donde poder existir como quienes
realmente son. Ese lugar recibe aquí el nombre de esfera, en recuerdo de una antigua y venerable
tradición. La esfera es la redondez con espesor interior, abierta y repartida,
que habitan los seres humanos en la medida en que consiguen convertirse en
tales. Como habitar significa siempre ya formar esferas, tanto en lo pequeño
como en lo grande, los seres humanos son los seres que erigen mundos redondos y
cuya mirada se mueve dentro de horizontes. Vivir en esferas significa generar
la dimensión que pueda contener seres humanos. Esferas son creaciones
espaciales, sistémico-inmunológicamente efectivas, para seres estáticos en los
que opera el exterior.
(Sloterdijk, 1998: 36s)
Comentarios
- A la pregunta ¿Dónde estamos cuando estamos en el mundo? podemos responder
—sin faltar en nada a la verdad—:
estamos en nuestro lugar. Esto quiere decir, sin incurrir en
galimatías heideggarianos: tenemos
lugar, en tanto conformamos de hecho una situación, a la vez que un
acontecimiento.
- Que estamos
en un exterior que sustenta mundos interiores es decir mucho, y a la
vez, poco. Antes que postular la presencia de dos entidades (exterior e
interior) —entia non sunt
multiplicanda…— indicaremos, con un acto de habla necesario, aquí. Y “aquí” es todo lo que, en
principio, haremos bien en enunciar. Pero, por otro lado, al decir aquí no
podemos no decir,” y ahora”. Estar en un exterior que sustenta mundos
interiores considera sólo el espacio, pero estar es también suceder en el tiempo. En cambio, si mentamos
un lugar, nuestro lugar, ese
aquí que podemos señalar inequívocamente, damos cuenta tanto del espacio
como del tiempo, porque el estar nuestro se realiza allí tanto en uno como
en otro.
- Por supuesto, Por eso tiene hoy más sentido que nunca la indagación de nuestro
“donde”, puesto que se dirige al lugar que los hombres crean para tener un
sitio donde poder existir como quienes realmente son. De esto se
trata, de dar con la forma o la arquitectura del lugar. Las dimensiones
del lugar son diversas que las del sitio: no se trata de abstracto
espacio, sino de concreto lugar.
- He pensado que la esfera es una configuración —esto es, una figura
que media entre el objeto y el sujeto que busca conocerlo— que resulta
funcional para entender el habitar de los mortales en el espacio. Pero si
se considera el tiempo, entonces la configuración pertinente sería la de
un laberinto. Quizá en un futuro de más aguda inteligencia se pueda urdir
una configuración que sintetice superiormente a la esfera y al laberinto,
en una sola figura. Ese día sabremos
más sobre el habitar.
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