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Algunas notas leídas en las esferas de Peter Sloterdijk: Segundo fragmento

A la pregunta de inspiración gnóstica ¿Dónde estamos cuando estamos en el mundo? es posible darle una respuesta actual competente. Estamos en un exterior que sustenta mundos interiores. Con la tesis de la prioridad del exterior ante los ojos ya no hace falta proseguir con las ingenuas indagaciones acerca del posicionamiento del hombre en el cosmos. Es demasiado tarde para volvernos a soñar en un lugar bajo caparazones celestes, en cuyo interior fueran permitidos sentimientos de orden hogareño. Para los iniciados ha desaparecido el sentimiento de seguridad dentro del círculo máximo y, con él, el viejo cosmos mismo, acogedor e inmunizante. Quien quisiera todavía dirigir su vista afuera y hacia arriba se internaría en un ámbito deshabitado y alejado de la tierra para el que no hay contornos relevantes. También en lo más pequeño de la materia se han descubierto complejidades en las que somos nosotros los excluidos, los alejados. Por eso tiene hoy más sentido que nunca la indagación de nuestro “donde”, puesto que se dirige al lugar que los hombres crean para tener un sitio donde poder existir como quienes realmente son. Ese lugar recibe aquí el nombre de esfera, en recuerdo de una antigua y venerable tradición. La esfera es la redondez con espesor interior, abierta y repartida, que habitan los seres humanos en la medida en que consiguen convertirse en tales. Como habitar significa siempre ya formar esferas, tanto en lo pequeño como en lo grande, los seres humanos son los seres que erigen mundos redondos y cuya mirada se mueve dentro de horizontes. Vivir en esferas significa generar la dimensión que pueda contener seres humanos. Esferas son creaciones espaciales, sistémico-inmunológicamente efectivas, para seres estáticos en los que opera el exterior.
(Sloterdijk, 1998: 36s)

Comentarios

  1. A la pregunta ¿Dónde estamos cuando estamos en el mundo? podemos responder —sin faltar en nada a la verdad—: estamos en nuestro lugar. Esto quiere decir, sin incurrir en galimatías heideggarianos: tenemos lugar, en tanto conformamos de hecho una situación, a la vez que un acontecimiento.
  2. Que estamos en un exterior que sustenta mundos interiores es decir mucho, y a la vez, poco. Antes que postular la presencia de dos entidades (exterior e interior) —entia non sunt multiplicanda…— indicaremos, con un acto de habla necesario, aquí. Y “aquí” es todo lo que, en principio, haremos bien en enunciar. Pero, por otro lado, al decir aquí no podemos no decir,” y ahora”. Estar en un exterior que sustenta mundos interiores considera sólo el espacio, pero estar es también suceder en el tiempo. En cambio, si mentamos un lugar, nuestro lugar, ese aquí que podemos señalar inequívocamente, damos cuenta tanto del espacio como del tiempo, porque el estar nuestro se realiza allí tanto en uno como en otro.
  3. Por supuesto, Por eso tiene hoy más sentido que nunca la indagación de nuestro “donde”, puesto que se dirige al lugar que los hombres crean para tener un sitio donde poder existir como quienes realmente son. De esto se trata, de dar con la forma o la arquitectura del lugar. Las dimensiones del lugar son diversas que las del sitio: no se trata de abstracto espacio, sino de concreto lugar.
  4. He pensado que la esfera es una configuración —esto es, una figura que media entre el objeto y el sujeto que busca conocerlo— que resulta funcional para entender el habitar de los mortales en el espacio. Pero si se considera el tiempo, entonces la configuración pertinente sería la de un laberinto. Quizá en un futuro de más aguda inteligencia se pueda urdir una configuración que sintetice superiormente a la esfera y al laberinto, en una sola figura. Ese día sabremos más sobre el habitar.

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