El hombre emerge como una utopía bio-ontológica
que intenta -por medio de construcciones científicas, ideológicas y religiosas-
recrear su original caverna confortable y protectora, las microesferas íntimas,
de las parejas no eróticas, sino ontológicas, los gemelos, la relación
feto-placenta, individuo y colectividad, alma y Dios, y también las grandes
esferas o "úteros fantásticos para masas infantilizadas" que son los
imperios o los Estados-nación. Unas estructuras políticas que se comunican como
los paranoicos, imponiendo la forma patológica del monólogo: el paranoico habla
con el otro en su propia mente.
Esferas1 comienza convocando los
sentidos, las sensaciones y el entendimiento de lo cercano; aquello que la
filosofía suele pasar por alto: el espacio vivido y vivenciado. La experiencia
del espacio siempre es la experiencia primaria del existir. Siempre vivimos en
espacios, en esferas, en atmósferas. Vivir es crear esferas. La díada
"madre-hijo" es la primera formación esférica, llena de tonos y de
espacios sonoros. Un lugar de cobijo donde comienza la solidaridad con entre
los seres humanos, la madre, los grupos próximos y finalmente la cultura en la
que se vive. Las historias amorosas y las comunidades solidarias no son sino la
creación de espacios interiores para las emociones escindidas.
Vásquez
Rocca, 2008
1 Se
refiere a la obra de Peter Sloterdijk Esferas
I,II y III
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