Los lugares que efectivamente habitamos son el resultado
de la concurrencia de distintos arreglos sociales y productivos, los que actúan
tanto en forma complementaria como competitiva.
De esta situación no es esperable una arquitectura del
hábitat unitaria y armónica. Las ciudades contemporáneas constituyen mosaicos
socioespaciales peculiarmente conflictivos y es una tarea difícil encontrar una
coherente política que los resuelva satisfactoriamente.
No obstante, es la ciudad que tenemos y la que legaremos
al futuro, de modo que habrá que meditar mucho sobre una verdadera civilización urbana digna de este
nombre.
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