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Algunas notas leídas en las esferas de Peter Sloterdijk: Octavo fragmento

Un rostro en el espejo que, sin equívocos catastróficos, pueda suponerse como propio aparece sólo cuando los individuos se retiran habitualmente del campo de intercambio de miradas —que los griegos siempre comprendieron también como campo de intercambio de palabras— a una situación donde ya no necesitan el complemento de la presencia de los otros, sino que, por decirlo así, son ellos mismos los que pueden complementarse a sí mismos. La identidad facial del yo, como posibilidad de tener un rostro propio, coincide, así, con aquella reconstrucción del espacio subjetivo que se produjo con la invención estoica del individuo como alguien que ha de valerse por sí mismo.[…] Como observadores vivos —podría decirse: como testigos interiores de su propia vida—, en el momento en que nace el individualismo los individuos adoptan la óptica de una mirada extraña dirigida a ellos mismos, completando así su apertura esférica interfacial mediante un segundo par de ojos que, extrañamente, resulta ser de nuevo el propio.
Con ello comienza la historia del ser humano que quiere y debe poder estar solo. Los particulares en el régimen individualista se convierten en sujetos puntuales que han caído en manos del poder del espejo, es decir, de la función reflectiva, autocomplementante.
(Sloterdijk, 1998: 191s)

Comentarios

  1. Antes dije que me parece que aquí, como en Lacan, se le otorga a la mirada en el espejo un papel exagerado. Sin embargo, es interesante destacar el papel que tiene el retiro relativo del sujeto del mundo social y el vuelco autorreflexivo que se originaría, en mi opinión, en la apertura propioceptiva de un lugar íntimo.
  2. Todo esto me hace acordar a la Virginia Woolf, que reclamaba para sí una habitación propia, con el fin de retirarse en ella y escribir.
  3. No creo que deba subestimarse el papel del espejo, pero tampoco reservarle en exclusiva la realización de la introspección individualista.

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