En la actualidad, el arte es considerado en forma
restringida con respecto a la producción social, y en correspondencia con este
hecho, la teoría del arte aparece como una pura superestructura de ese
restringido campo del talento humano.
Esta situación lleva a que el territorio de la teoría del
arte sea conquistado, casi punto por punto, por la ideología y a que sea
dificultoso en extremo conceptualizar con rigor. Parece necesario cuestionar a
fondo la dicotomía arte/producción y a partir de un esfuerzo teórico
consecuente abrir un marco conceptualizador riguroso.
Esta situación opaca el tratamiento discursivo acerca de
los valores artísticos y estéticos: nuestra condición histórica cultural por
cierto que los cultiva y los promueve, pero por alguna razón, es arduo
expresarlos con proposiciones y juicios de valor de contenidos no-ideológicos.
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