Las implementaciones habitables deben ser examinadas en
su propio carácter: como prácticas sociales complejas en donde no sólo importa
la configuración observable de las conductas, sino también el sentido
particular que adoptan para los habitantes a partir de sus representaciones
simbólicas. Así, no basta con constatar qué operaciones mecánicas son llevadas
a cabo, sino también debe inquirirse acerca de los significados que éstas
adoptan; no alcanza con catalogar los usos, sino también debe comprenderse cómo
su peculiar configuración en formas o modos rituales les confieren un sentido
de identidad, memoria y referencia. Más aún, es necesario deconstruir y reconstruir
las jerarquías y organizaciones globales de los usos habitables con el fin de
describir, comprender y valorar los efectivos estilos de vida construidos.
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