El alma
externa —una membrana: con esa idea puede entenderse que sólo a través de ese
medio, de esa esclusa, de ese intercambiador, pueda suceder siquiera algo así
como construcción del mundo en el campo subjetivo, es decir, en la esfera
simbiótica y sus espacios subsiguientes. Como forma de dos lados, la membrana,
por una parte, asegura que el mundo, por decirlo así, sólo pueda entrar en el
sujeto por mediación del “gemelo” —que transitoriamente se presenta ante todo
como madre—; y provoca, por otra, que el Selbst ya esté siempre fuera, con su doble. El
sujeto y su complementador constituyen juntos, en primer lugar, una celda de
intimidad sin mundo —o con un mundo propio—; pero puesto que el sujeto es
informado por su doble, y en principio sólo por él, sobre el volumen del “mundo” en una cultura dada, el acceso al
exterior depende completamente para el sujeto en formación de las calidades de
membrana del otro interior. En tanto vuela en dirección al otro interior, se
desarrolla él mismo en su mundo más amplio. La apertura y amplitud del mundo es
el regalo del doble como membrana.
(Sloterdijk, 1998: 400)
Comentarios
- Considerar un alma externa, una membrana análoga a una placenta, es una idea
interesante.
- Una psiqué que rodee al yo como una
membrana que dispone a la mismidad (Sebst)
de cara al exterior del lugar íntimo, es una construcción ciertamente
seductora. Ojalá pruebe su fertilidad en su desarrollo; es lo que se
espera de todo pensamiento seminal.
- Si se asume la idea de membrana,
entonces es concebible el doble
efecto de apertura del mundo, por un lado y, por otro, la correspondiente
apertura del lugar íntimo del sujeto.
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