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La arquitectura como hecho social y sus consecuencias.

Si la arquitectura, más que aquello que hacen los arquitectos, constituye un hecho social total, esta comprobación tiene algunas consecuencias.
La primera y más importante es que la concepción y demanda de sitios habitables no es privativa de un grupo social específico, sino una facultad que todos y cada uno de nosotros deben ejercer con la mayor conciencia. La segunda es que ni el proyecto ni la construcción son tareas privativas y exclusiva de algunos, sino que demandan el concurso activo de todos.
La tercera es que la verdadera cultura arquitectónica, como componente específico de la estructura profunda de la cultura humana, radica en el habitar como actividad social compleja en su aspecto consciente y razonado.

En consecuencia, hay que indagar en el saber social del habitar, con el fin de dar, por fin, con la estructura profunda de la cultura arquitectónica.

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