A veces, la casa
del porvenir es más sólida, más clara, más vasta que todas las casas del
pasado. Frente a la casa natal trabaja la imagen de la casa soñada. Ya tarde en
la vida, con un valor invencible, se dice: lo que no se ha hecho, se hará. Se
construirá la casa. Esta casa soñada puede ser un simple sueño de propietario,
la concentración de todo lo que se ha estimado cómodo, confortable, sano,
sólido, incluso codiciable para los demás. Debe satisfacer entonces el orgullo
y la razón, términos inconciliables. Si esos sueños deben realizarse, abandonan
el terreno de nuestra encuesta. Entran en el dominio de la psicología de los
proyectos, pero ya hemos repetido bastante que el proyecto es para nosotros un
onirismo de corto alcance. El espíritu se despliega en él pero el alma no
encuentra allí su vasta vida. Tal vez sea bueno que conservemos algunos sueños
sobre una casa que habitaremos más tarde, siempre más tarde, tan tarde que no
tendremos tiempo de realizarlo. Una casa que fuera final, simétrica de la casa
natal, prepararía pensamientos y no ya sueños, pensamientos graves,
pensamientos tristes. Más vale vivir en lo provisional que en lo definitivo.
(Bachelard: 1957)
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