El racionalismo funcionalista arquitectónico condujo a
producir un tipo moderno de vivienda, arreglada en áreas mínimas y con
disposiciones ad hoc cada vez más rígidas: las amplias cocinas-comedor de la
casa tradicional del Novecientos se redujeron a la cocina-mostrador, herencia
tipológica de la cocina de Frankfurt; las holgadas alcobas tradicionales se
transformaron en ajustados dormitorios y los antiguos patios con claraboyas
cedieron lugar a minúsculos pasillos. Lo paradójico es que las antiguas casas del
Novecientos, concebidas con simplicidad de disposición y generosidad
dimensional en un contexto en donde la familia representaba una figura clara,
evidente y perdurable, sin embargo lograban de hecho adaptarse con relativa
facilidad a distintas configuraciones microsociales. El apartamento
contemporáneo típico, a este respecto, ha perdido casi toda su flexibilidad,
como resultado del ajuste ad hoc de las formas a las funciones y la reducción
de superficies habitables.
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