Los libros, dijo
una vez el poeta Jean Paul, son voluminosas cartas a los amigos. Con esta frase
llamó él por su nombre de modo refinado y elegante a lo que es la esencia y
función del Humanismo: una telecomunicación fundadora de amistad por medio de
la escritura. Lo que se llama ‘humanitas’ desde los días de Cicerón, pertenece
en sentido tanto estricto como amplio a las consecuencias de la alfabetización.
Desde que existe la filosofía como género literario, recluta ella a sus adeptos
por este medio, escribiendo de modo contagioso sobre el amor y la amistad. No
se trata sólo de un discurso sobre el amor a la sabiduría, sino también de
conmover a otros y moverlos a este amor. Que pueda en todo caso la filosofía
escrita, tras sus comienzos hace dos mil quinientos años, mantenerse en estado
virulento todavía hoy, lo debe sin duda a los resultados de su capacidad para
hacer amigos a través del texto.
(Sloterdijk, 1999)
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