En el
trasfondo del habitar radica la noción operativa de la buena vida.
No se
trata sólo de una idea, de la cual se pueda configurar un concepto acabado,
sino de un dispositivo elaborador de constructos que moviliza y orienta las
elecciones, prioridades y realizaciones efectivas. Tampoco se trata de un puro
ideal, al que cada uno tienda a acomodar la realidad efectiva, sino de un
parangón, un instrumento de medida de valor para juzgar tanto el conjunto como
cada una de las circunstancias.
La
buena vida constituye el trasfondo del sentido del habitar tanto en sus
manifestaciones racionalizadoras como en sus dimensiones afectivas.
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