En el
plano de la buena vida trascendente, la experiencia estética es peculiarmente
valiosa en tanto ésta afecta enérgicamente ciertos cambios en el rumbo de la
existencia cuando ofrece evidencias perceptibles en las formas de lo real.
El
sujeto se constituye en su historia, no exclusivamente, pero no en una menor
parte, a través de reveladoras experiencias cuyo principal componente es una
crítica emoción estética.
La
buena vida no sólo se caracteriza por un contenido moral fundamental
confrontado con los azares de la fortuna, (Innerarity, 1999), sino que incluye
un contenido de hondas y perdurables experiencias estéticas que compendian y
estructuran la experiencia vital del mundo tal cual aparece.
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