Una
teoría de la arquitectura se constituye explícitamente como una disciplina
cuando —y sólo cuando— formula con claridad las categorías límite del campo del
saber que le es propio. Si esta teoría se compromete con la realidad de su
objeto, entonces —parafraseando a Bachelard— una teoría de la arquitectura no
es “lo que podríamos pensar” acerca de la arquitectura, sino lo que “hubiéramos
debido pensar”.
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