Parece
claro que se impone una revisión profunda de la tradicional subsunción de la
historia de la arquitectura en la historia del arte.
Es
cierto que la arquitectura es un arte, pero ésta no es su única
caracterización: es una producción humana solicitada por condicionantes
extraartísticas notorias, como la condicionante tectónica que asegura su
correcta perdurabilidad, así como la condicionante funcional que asegura la
adecuación en el uso habitable.
Este
último aspecto, con mucho, hace sospechar en la necesidad de una historia
social del habitar humano.
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