Los
lugares, habitados efectivamente, son sede fundamental de nuestra existencial
identidad, memoria y referencia, porque alojan precisamente el ahora circunstanciado y porque son
tejidos por el tiempo registrando el flujo de cambios que informa a la conciencia.
Los lugares, habitados efectivamente, se construyen, a la vez, con espacio y
con tiempo apropiados a la abstracta extensión del espacio y a la abstracta
duración del tiempo.
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