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La representación y la nada

Al volverse la superficie de la representación una superficie en blanco, se constituye, en el ámbito del pensamiento objetivado, una especial categoría ontológica: la nada.
No se trata aquí de discutir si la nada existe o no, sino de comprobar que en la superficie de la representación de lo real, que espera las trazas de un mapa, el enunciado de las palabras, o los gestos más elementales del diseño, se abre el dilema de afirmar o negar el ser a las cosas. Puede comprobarse que, en el ámbito de la representación, se alterna la afirmación del ser de algunas cosas que se entienden importantes con la negación del ser de otras: la pregnancia de los elementos marcados revela figuras y estructuras que consiguen inteligibilidad a costa de una nihilización de ciertos pormenores de lo real.

Mientras tanto, los lugares concretos en que opera la actividad arquitectónica nunca están en blanco.

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