En nuestro siglo, el núcleo del saber humano ha
explosionado, disgregándose en mil pedazos. También la arquitectura ha
experimentado esa fragmentación y hoy vive con una mezcla de estupor y
resignación la imposibilidad de un “tratado” que recomponga, de un modo
armonioso, los fragmentos de ese saber disperso.
(Martí
Arís, 1993)
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