En el
territorio de los vivos, en los lugares en que concurre la figura del paisaje
de la tierra con su cielo y, a la vez, coexisten un ensamblado de elementos con
una peculiar atmósfera, se encuentran ya habitados de un cierto modo.
La
articulación concreta en un aquí particular con una región en donde concurren
tierra, horizonte y cielo es ya habitada por un daimon, un espíritu particular, denominado por los antiguos romanos
como Genius loci. Situado siempre a
una cierta distancia del centro del mundo, aunque constituyendo asimismo un
aquí, el ser humano es un advenedizo, un recién llegado y la apropiación de un
lugar debe verificarse con el acuerdo propicio del Genius del lugar.
La
identidad, la memoria y la adecuación al lugar aparecen sintetizadas así en una
sola función.
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