La domesticidad tiene que ver con la familia, la
intimidad y una consagración al hogar, así como una sensación de que la casa
incorpora esos sentimientos, y no sólo les da refugio.
(Rybczynski,
1989)
Es
que la construcción de una casa no es la elaboración simple de un artefacto,
sino una operación vincular compleja entre un grupo humano que conforma un
definido nosotros y, con ello, un
recinto propio, un aquí tanto
concreto como simbólico. Y nosotros-aquí
supone un entramado complejo de vínculos entre personas y lugares.
La
domesticidad no es algo dado, sino una continua producción de sus condiciones
de posibilidad.
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