En la
habitación de las construcciones existen dos modos de negar los vanos o huecos
de puertas y ventanas.
Por
una parte, se puede tapiar, esto es,
completar el muro ocluyendo el hueco. Es frecuente que se haga para prevenir la
entrada de intrusos en las fincas abandonadas. Tapiar puertas y ventanas tiene
algo de violento y agresivo: allí donde podían pasar personas y miradas se
impone la constipación del muro.
La
otra solución es ignorar el hueco, lo que es condenar una puerta o ventana a una continua pero revocable
cerrazón. Sucede en las casas del Novecientos en que todas las habitaciones, en
largas hileras, se atravesaban por una enfilada de puertas, comunicando una
pieza o cuarto con los contiguos. Cuando no es conveniente permitir el paso, la
puerta se condena no sólo por el cierre prolongado de sus hojas, sino que es
común que se interponga algún mueble en el antiguo paso.
La
eventual reapertura del vano, operación por lo general gozosa, inaugural y
esperanzadora puede ser expeditiva y casi nimia en el caso de la condena y
puede, en el tapiado, ser un caso de épica piqueta.
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