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Descender

Si elevarse es toda una categoría que orienta superiormente a los más diversos movimientos en el espacio y el tiempo, no puede serlo menos descender.
Quien desciende baja de alguna eminencia, cae y se postra, ahonda en lo profundo. Descender disminuye, decae, declina una posición, un papel, un estado. Los existencialistas afirman que caemos en la existencia, en el estado de yecto. Descender nos hace adoptar el talante de los líquidos que fluyen y se precipitan, como en un sino fatal.
Por otro lado, el ímpetu de la lógica hace que de unas premisas deriven forzosamente las conclusiones que se originan en lo alto y que se deducen por su peso, por la operación de la fuerza de gravedad, que tiene mucho de destino.
Descender hace disminuir ciertas calidades: aquello que desciende declina en su estado. También decrece la cantidad: descender aminora.

Todo es descender desde que afanosamente nos deslizamos por el canal del parto. Luego, yacemos postrados largamente reuniendo las energías que, un día, nos permitirán erguirnos sobre nosotros mismos.

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