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Habitar el aire. IV. La evanescencia de las ilusiones vanas

Se ha dicho antes que tenemos derecho a un lugar soñado en donde valga la pena el despertar.

Un lugar soñado no es sólo lo que urde nuestra imaginación vagarosa, también lo es aquello que proyectamos, que lanzamos adelante… y que nos aplicamos a construir. Después de todo, si se repara bien en la cuestión, siempre habrá en un presente algo que hemos elaborado antes, a título de tentativa, de hipótesis, de conjetura.
Un lugar en donde valga la pena el despertar es aquel que hemos conquistado con felicidad y constituye una riqueza esencial porque no se desvanece con la vigilia.

Porque, como habitamos el aire, todo aquello que soñamos y que resulta vano —por no persistir en el despertar— se diluye, evanescente, ligero y tenue, para dar sustancia y origen a otros sueños. 

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