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El locus amœnus

Guardamos una memoria nostálgica de un Cierto Lugar tan seguro como propio, tan confortable como libre.
Suele llamarse con diversos nombres: Edén, Paraíso, Elíseo. En todos los casos, son lugares tan distantes como lejana es la dicha plena de la estancia gozosa y despreocupada. Somos criaturas exiliadas del lugar propio de los espíritus bienaventurados. Arrojados en este valle de lágrimas, no podemos no sentir la pérdida del locus amœnus.

Para esto es que existe la arquitectura; para la empresa siempre artificiosa de recrear un paraíso para siempre perdido.

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