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Emociones. I. Sorpresa y habituación

Paul Hoecker (1854- 1910) Tarde de primavera (1900)

La ilustración arquitectónica suele apelar con mucha frecuencia al efecto de la sorpresa.
En un cuadro arquitectónico logrado siempre hay un elemento que promueve la admiración por la originalidad, el elegante equilibrio de los elementos, la conseguida contraposición de colores y texturas, a veces, los reveladores golpes de luz.
Por su parte, la obra arquitectónica en sí misma puede sorprendernos agradablemente con similares recursos. Por ello, la emoción de la sorpresa tiene un papel a desempeñar en la retórica arquitectónica. Pero, por lo general, las obras arquitectónicas perduran en el tiempo por plazos mucho más dilatados que los que colma esa maravilla.

Así, a la sorpresa le sigue la habituación, que es no es un contravalor, sino un antagonista emocional. Frente al cultivo frecuente del recurso de la sorpresa, parecería un argumento más honesto, desde el punto de vista retórico, el recurso de la habituación a la bella interacción entre el lugar habitado y su ambiente.

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