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Honduras de los patios

Santiago Rusiñol (1861- 1931) El patio azul (s/f)

Una vez más comprendí hasta qué punto la felicidad terrena está hecha a la medida del hombre. No es un ave rara a la que debemos perseguir un momento en el cielo y al siguiente en nuestra mente. La felicidad es un ave doméstica que se encuentra en el patio de nuestra propia casa.
Nikos Kazantzakis

Los patios no tienen una hondura sino, al menos, tres.
La primera es fácil de reconocer: así como se contornea el horizonte, la razón entre su altura relativa y su amplitud permiten apreciar esta hondura.
Pero también es preciso observar que el horizonte elevado, esto es, el contorno superior (esto que los angloparlantes denominan skyline) también contornea el cielo. Ocurre entonces que el cielo propio de cada patio tiene una hondura procedente de tal recorte. Cuanto menor sea la extensión relativa del cielo, el patio es más hondo hacia arriba del horizonte elevado.
Por otra parte, un patio tiene la condición paradójica de constituir un interior descubierto. Como interior que es, tiene una profundidad histerotópica, una hondura específica de su cavidad, una dimensión específica del adentramiento que exige.

La arquitectura de los patios, entonces, es una poética de honduras.

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