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Lo hierático en la arquitectura

Catedral de Sevilla

La arquitectura es la expresión del ser mismo de las sociedades, del mismo modo que la fisonomía humana es la expresión del ser de los individuos. Sin embargo, esta comparación remite sobre todo a las fisonomías de personajes oficiales (prelados, magistrados, almirantes). En efecto, sólo el ser ideal de la sociedad, aquel que ordena y prohíbe con autoridad, se expresa en las composiciones arquitectónicas propiamente dichas. Así, los grandes monumentos se alzan como diques que oponen la lógica de la majestad y de la autoridad a todos los elementos turbadores: es con la forma de las catedrales y de los palacios que la Iglesia o el Estado se dirige e impone silencio a las multitudes. Es evidente que los monumentos inspiran la sabiduría social y a menudo incluso un verdadero temor. La toma de la Bastilla es un símbolo de ese estado de cosas: es difícil explicar ese movimiento de masas de otro modo que por la animosidad del pueblo contra los "monumentos" que son sus verdaderos amos.
Georges Bataille, 19291

La primera proposición del texto citado es acaso indiscutible. La que sigue, sin embargo, proviene de una cierta idea de arquitectura que se revela equívoca, apenas se la analiza con cierto detenimiento.
En efecto, se subsume toda la arquitectura en la propia de los monumentos, la que es un recorte particular. Si restringimos la noción de arquitectura a las características más salientes de los monumentos, soslayamos anchas franjas de obras concebidas, proyectadas, construidas e implementadas para habitar.
¿Para qué soslayarlas?
Quizá para que toda la cultura arquitectónica quede reducida al papel ancilar de expresión ideológica del ejercicio del poder. Esto supone mutilar al ejercicio transformador del hábitat humano precisamente de uno de sus aspectos más interesantes: ser la expresión del ser mismo de las sociedades y no sólo y meramente, la expresión de quienes las dominan.

1 Véase

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