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Plumas ajenas: Jordi Borja

El comercio ciudadano está vinculado a las calles y plazas, a los mercados abiertos y a los centros comerciales integrados en el tejido urbano, a la galerías y al uso de lugares efímeros par comercios o intercambios informales. Requiere población, proximidad y diversidad. Si los centros urbanos tienden a expulsar la población residente y consumidora debido a la presión de las oficinas públicas o privadas la ciudad pierde su savia vital, los habitantes y el comercio diario. Si estos centros devienen zonas turísticas, donde los residentes estables son sustituidos por apartahoteles, pensiones y hoteles y el comercio diario por tiendas de souvenirs, restaurantes de fast food y terrazas que monopolizan el espacio público la pervivencia de la ciudad y de sus centros más significativos corre el riesgo de acabar matando la gallina de los huevos de oro. El turismo es una actividad intermitente, estacional y sometida a las modas y a la competencia. Además tiene efectos depredadores sobre la ciudad, lo cual conlleva la degradación de la oferta. Los momentos de boom con frecuencia van seguidos de largos períodos de decadencia.
Jordi Borja1



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