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Plumas ajenas: Jordi Borja

La recuperación de la ciudad compacta ha sido la respuesta contraria a la urbanización difusa, fragmentada físicamente, segregada socialmente y atomizada cultural y políticamente. Los factores que intervienen en esta recuperación son evidentes. Se ha ido generando un consenso (relativo) entre profesionales, responsables políticas y ciudadanos activos que la ciudad compacta es socialmente más integradora y más justa, políticamente más gobernable y participativa y ambientalmente más sostenible y menos despilfarradora. Contra el tópico la ciudad compacta es más segura que las urbanizaciones periféricas. La actividad económica se desarrolla mediante la interdependencia entre empresas y entre colectivos profesionales. Y la creatividad cultural y la innovación social y cultural se generan principalmente en las ciudades densas y heterogéneas. Son las ciudades donde el azar crea los intercambios más productivos.
Sin embargo las dinámicas del mercado, la atomización de los gobiernos locales en las áreas o regiones metropolitanas y la debilidad o complicidad de los profesionales y de los gobernantes se genera una dualidad entre la ciudad compacta que mantiene en algunas partes el ambiente convivencial y creativo y las periferias metropolitanas lacónicas, empobrecidas culturalmente y en muchos casos monoproductivas. Es la resistencia social de los ciudadanos que defienden su “derecho al lugar”, a mantenerse en el barrio o ciudad en donde poseen los lazos sociales, la memoria del espacio, la diversidad de ofertas y de posibilidades. Y también las poblaciones que se instalaron en conjuntos de vivienda con la expectativa de una vida mejor y que en bastantes casos al cabo de un tiempo los abandonan y buscan acomodo en barrios, a veces degradados o marginales, pero conectados con la trama ciudadana.
Jordi Borja


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