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Aisthesis arquitectónica con el concurso de Juhani Pallasmaa (XV)


Forman Hanna (1881-1950)

La visión revela lo que el tacto ya conoce. Podríamos pensar en el sentido del tacto como en el inconsciente de la vista. Nuestros ojos acarician superficies, contornos y bordes lejanos y la sensación táctil inconsciente determina lo agradable o desagradable de la experiencia. Lo distante y lo cercano se experimentan con la misma intensidad y se funden en una experiencia coherente. En palabras de Merleau-Ponty: "Vemos la profundidad, lo aterciopelado, la suavidad, la dureza de los objetos; Cézanne decía incluso: su olor. Si el pintor quiere expresar el mundo, es necesario que la disposición de los colores lleve en sí misma este Todo indivisible; si no, su pintura será una ilusión de las cosas y no las reflejará esta unidad imperiosa, la presencia, la plenitud insuperable que constituye para nosotros la definición de lo real".
Pallasmaa, 2005

La proposición que presenta al tacto como inconsciente de la vista es ejemplarmente seductora.
Bien podría fundamentarse en la observación de la conducta humana, que principia por palpar ansiosamente las cosas para luego considerarlas con el sentido de la vista. Es momento de una crítica radical a la pura visibilidad, que entraña una mutilación tanto de la percepción como del entendimiento del mundo. ¿Estaremos ahora en condiciones de justipreciar las sensaciones de un modo más integrado?
Al menos estamos advertidos de ello.

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