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Aisthesis arquitectónica con el concurso de Juhani Pallasmaa (XX)


Eva Rubinstein (1933)

La vista es el sentido del observador solitario, mientras que el oído crea una sensación de contacto y solidaridad; nuestra mirada vaga solitaria por las oscuras profundidades de una catedral, pero el sonido del órgano nos hace experimentar de inmediato nuestra afinidad con el espacio. En el circo, observamos atentamente en solitario en los momentos de más peligro, pero la salva de aplausos tras la relajación del suspense nos une con la muchedumbre. El sonido de las campanas de una iglesia que resuena por las calles de una ciudad nos hace conscientes de nuestra ciudadanía. El eco de los pasos sobre una calle pavimentada tiene una carga emocional porque el sonido que reverbera de las paredes circundantes nos sitúa en relación directa con el espacio; el sonido mide el espacio y hace que su escala sea comprensible. Con nuestros oídos acariciamos los límites del espacio. Los chillidos de las gaviotas en el puerto despiertan nuestra conciencia de la inmensidad del océano y lo infinito del horizonte.
Pallasmaa, 2005

Es poderosísimo el efecto de la comparación metódica de las sensaciones visuales y auditivas.
Mucho puede aprenderse sobre el método y mucho reflexionarse sobre las diversas experiencias. Todo esto debe sedimentar en una nueva acuidad y en un incremento radical de la potencia sensible: es preciso ver y oír mejor, así como analizar a fondo los distintos efectos de cada sensación particular. A la fase analítica le debe seguir, luego, una vocación de síntesis superior.
Una arquitectura más auténtica es posible.

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