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Apuntes de viaje (XXI) Habitar tierra y cielo


Meteora, Grecia, 2015

Los monjes de Meteora vivían en un mundo hostil por lo que era razonable para ellos aproximarse a las promesas de lo divino en el cielo antes que arriesgarse en las tierras bajas.
Así que prefirieron las peculiares eminencias orográficas para sentar sus reales allí. Bien alto, de modo que se oyesen mejor las plegarias dirigidas a cielo y dejando bien abajo el peligroso acontecer mundano. De todos modos, los mortales siempre habitan un horizonte, esto es, participan poblando la zona de articulación entre la tierra y el cielo. Porque lo nutricio participa de la interacción entre lo que se cultiva en la tierra y se riega desde el cielo. Porque habitamos, a la vez, ese horizonte que une y separa, así como los umbrales que también unen y separan.
Lo que cuenta es el modo distintivo de situar y constituir horizontes y umbrales, en cada circunstancia, para conformar nuestros lugares en el mundo.

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