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Aisthesis arquitectónica con el concurso de Juhani Pallasmaa (XXI)


Eva Rubinstein (1933)

La experiencia auditiva más primordial creada por la arquitectura es la tranquilidad. La arquitectura presenta el drama de la construcción silenciada en materia, espacio y luz. En última instancia, la arquitectura es el arte del silencio petrificado. Cuando cesa el alboroto de la obra y los gritos de los trabajadores se apagan, el edificio se convierte en museo de un paciente silencio de espera. En los templos egipcios tropezamos con el silencio que rodeaba a los faraones, en el silencio de la catedral gótica nos acordamos de la última nota agonizante del canto gregoriano y de los muros del Panteón nos llega el eco de los pasos romanos que se van apagando poco a poco. Las casas viejas nos devuelven al tiempo lento y al silencio del pasado. El silencio de la arquitectura es un silencio receptivo, que hace recordar. Una experiencia arquitectónica potente silencia todo el ruido exterior; centra nuestra atención sobre nuestra propia experiencia y, como ocurre con el arte, nos hace ser conscientes de nuestra soledad esencial.
Pallasmaa, 2005

Es significativo que la tranquilidad sea la condición de la experiencia auditiva arquitectónica más primordial. Pero no se trata tanto de silencio petrificado sino de un especial ahuecamiento para que los latidos discretos de la vida puedan percibirse con toda nitidez. Hay en la arquitectura lograda una virtuosa ausencia de ruido que puede apreciarse cuando el acontecimiento auditivo llega a ser la reposada respiración propia o los murmullos sosegados del pulso.
Es significativo que la arquitectura logra magias cuando deja reposar al habitante de un modo en que este pueda apreciar con detenimiento que está allí, vivo.

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