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Aisthesis arquitectónica con el concurso de Juhani Pallasmaa (XXIII)


Eva Rubinstein (1933)

Un placer especial del viaje es familiarizarse con una geografía y un microcosmos de olores y sabores. Cada ciudad tiene su gama de sabores y de olores. Los mostradores de los vendedores callejeros son exhibiciones apetitosas de olores: criaturas del océano que huelen a alga, verduras cargadas de olor a tierra fértil y frutas que emanan la dulce fragancia del sol y del aire húmedo de verano. Los menús expuestos en el exterior de los restaurantes hacen que fantaseemos con todos los platos de una cena; las letras que leen los ojos se convierten en sensaciones orales.
Pallasmaa, 2005

El sentido del olfato es, junto al tacto y al gusto, objeto de un peculiar soslayo en favor de la vista y el oído. Aquí se ha defendido la importancia de la dimensión osmotópica del lugar habitado, sobre todo en su carácter crucial para la identificación y referencia de la memoria. Y no se trata de una defensa del perfumado artificioso de los ambientes, sino del cultivo de una virtud olfativa distintiva de cada lugar en cada circunstancia.
Hay fragancias que son parte del patrimonio identificador íntimo de ciertos lugares. Debemos desarrollar una peculiar acuidad a este respecto.

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