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Lugares de memoria y olvido

Emil Schindler (1842- 1892) El cementerio de Gravosa cerca de Ragusa (1891)

La isla humana es un lugar visitado y afectado por vida ya muerta. Donde sus habitantes se juntan, se hacen perceptibles signos sutiles y obstinados de los ausentes. Si a los mortales les afecto lo ausente o trascendente, es por dos motivos, que, a una mirada más atenta, remiten a fuentes completamente diferentes. La primera de ellas la acabamos de caracterizar al hablar de la emergencia de nuevas verdades en el ámbito del saber del colectivo: de vez en cuando se presentan ante nosotros retoños de lo oculto, de lo que queda “tras” el horizonte despejado, en forma de nuevos conocimientos que testimonian la prosecución de la marcha casi infinita hacia fuera, hacia arriba y hacia abajo. Puesto que las “sociedades” nunca se sienten seguras frente a descubrimientos, inventos y ocurrencias, los seres humanos pueden y deben saber que hay nuevas verdades que le afectan de lleno en su vida […]
La segunda fuente de la afección por el más allá y lo ausente surge de la circunstancia de que los seres humanos, según una expresión de los primeros griegos, son los mortales; y no sólo en el sentido de que tienen la muerte ante sí, sino, más bien, de que tienen detrás de sí a sus muertos. La segunda trascendencia se funda en el hecho de que en la isla antropógena se tiene a los antepasados a la espalda, o tras la nuca, por utilizar una imagen más cargante.

(Sloterdijk, 2004:337)

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