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Soñar una cocina


Para el imaginario imperante a principios del siglo XX la cocina se reducía, en la vivienda popular, a un intenso lugar de trabajo apropiado para un único personaje, el ama de casa.
En la actualidad las condiciones son muy otras, pero la cocina sigue siendo, por lo general, un ámbito concebido, diseñado y construido para la labor de un solo sujeto por vez.
Cabe soñar en un ámbito en donde se alternen, coexistan y cohabiten diversos agentes, usos y rituales. Un lugar que sea una integración de diferentes ámbitos en donde se asocien, solidarios y complementarios, los diferentes habitantes del hogar, ya ayudándose, ya aplicándose cada uno a lo suyo. Un lugar acondicionado según usos variados y coexistentes: lugares de trabajo, sí, pero también lugares apropiados para los diversos rituales que se desarrollan a lo largo de la jornada.
Se trata ahora de correr los estrechos confines de la cocina del Existenzminimum. Pero para ello, debe pensarse antes en las personas que habitan, en los lugares de que disponen y después en los atrezos.


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