Jean Béraud (1849- 1935) La
confitería Gloppe en Champs-Élysées (1889)
Ah de aquellos lugares entrañables a la gula: no hay que olvidar
los lugares, pero, sobre todo, aquellos perfumes.
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La
dimensión osmotópica de los lugares es
soslayada con plenitud en la literatura teórica. Hasta Peter Sloterdijk la pasa
por alto, lo que ya es decir.
La
potencia identificadora, evocadora y referencial de los olores debe ser puesta
en un plano de principal atención teórica. Quizá una de las razones para la
desatención actual radica en el papel primitivo que le asignamos al sentido del
olfato. Sin embargo, los aromas del lugar no solo tienen un papel, sino que
pueden ser especialmente importantes porque impregnan la percepción sensible de
un modo que puede ser calificado de basal.
En el
fondo de nuestras conciencias, quizá empezamos a explorar todo lugar con lo que
de éste nos llega a través de la nariz. Y esta sensación quizá preceda
inmediatamente al juicio de gusto más institintivo.
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